16 octubre 2012

Cubos de Rubik.

Joder, qué complicada puede ser la vida a veces. Las palabras sencillo o fácil son palabras que apenas se usan hoy en día. Vueltas y más vueltas, como una noria que no puede parar. Bueno, más que una noria, podría decirse como una montaña rusa. Con sus subidas de golpe, sus bajadas inesperadas y desconcertantes. La verdad, he visto y he hecho muchas comparaciones de la vida con aspectos como un tren, un camino... Pero yo creo que se parece más a un cubo de Rubik. Mucha gente, intenta entenderlo, le da mil y una vueltas. A veces logra resolver una cara, o dos. Pero después de haberlo intentado sin descansar durante un rato, lo da por perdido, lo deja, dice que es imposible de resolver. En cambio, hay gente que se concentran en cada paso, se aprenden y memorizan los movimientos. Rectifican si ven que han cometido un error, pero no se dan por vencidos. A veces, incluso vuelven a empezar de cero.
Si eres una de esas personas que ha puesto empeño en llegar hasta el final, sabrás que justo antes de llegar al final, cuando casi todas las caras están ajustadas con sus colores, cuando solamente quedan tres cuadrados puestos fuera de su sitio, todo se desordena. Entonces, justo en ese momento, parece que has llegado otra vez al principio, que todo lo que habías hecho no ha servido para nada. Si has llegado a ese momento y te has derrumbado, te animo a que vuelvas a coger ese cubo de Rubik. Es más, no te animo, te obligo a hacerlo, porque si has llegado hasta allí, después de tanto trabajo, tienes que terminarlo, y aunque no lo parezca, en apenas tres movimientos más, habrás llegado a tu meta. Habrás ganado, y habrás comprobado que no era imposible.