09 diciembre 2013

Día 118 fuera de casa.

Sientes que alguien te llama, llaman a la puerta, a la ventana, ¿a dónde? Te asomas, te asomas fuera de ti y te encuentras vacío. Te ves como realmente eres, y te das cuenta de que siempre estuviste ahí, así. Frío, aunque tu temperatura es la normal. Lo suficientemente alto para poder mirar hacia abajo y sentir vértigo. Pero no tanto como para matarte si saltases. Muerte, piensas. Qué dulce y delicada palabra. Como el vaivén de las olas que se acercan al puerto y rompen contra las rocas. Como esos músicos que viste tocando en la calle, buenos, pero no inmejorables; tratando de llegar a la nota que les dé el impulso para seguir tocando. Y luego te miran raro cuando te ríes solo por la calle. Y cuando piensas en esos que ríen de tu risa, te ríes más fuerte. De eso se trata. Encontrar el impulso. Como pensar que no llegas al otro lado del río de una sola zancada. Qué sé yo, que vivo en un presente futuro. Soñando en un futuro presente en el que todo mejorará, en vez de hacer de mi presente, mi futuro deseado. Deja de soñar, dijeron aquellos mismos que se reían de mi risa. Un día te despertarás y te decepcionarás con la realidad. Qué sabrán ellos, que nunca han sufrido el miedo de caer; que nunca han estado al borde de la histeria con un rostro completamente impasible. Qué sabrán ellos, que nunca han reído solos.