Si observas durante mucho tiempo algo muy detenidamente, cambia de forma, se convierte en extraño. Me he quedado mirándome un rato, recorriendo lentamente cada una de las partes de mi rostro, de mi cuerpo, cada punto único e inimitable que quizás algún día logre reconocer como míos. Pero no hoy, hoy no. Hoy me observo y solo veo, no percibo. No quiero percibir nada porque hay algo ausente, igual soy yo, la inexorable confusión que me ahoga, o la extrema libertad que me suspende en un mar de indecisiones. Un futuro incierto no conlleva un presente agobiante; un pasado irritado no justifica un presente lánguido.
Un dolor global que afecta individualmente, que roba la esencia, el equilibrio, lo cosméticamente infinito. Un dolor global que te convierte en extraño frente a toda una humanidad, frente a ti mismo.