Me pesa, el paso del tiempo. No cesan los días que no quiero que acaben pero tampoco se posan fuerte los que quiero olvidar. El vértigo de acabar algo conocidamente cómodo para dar pie a aquello que peligra en verticalidad. No quiero crecer, ni creer que los futuros próximos y lejanos puedan formar parte de un presente inminente totalmente desconocido. No quiero tampoco que el pasado se apalanque creando cadenas imposibles de nudos en la garganta y remordimientos de tripa. No querer creer también es creer, y crecer, y avanzar sin expectativas que interrumpan el trayecto.
Decidido, no decido.
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