Ni todo lo blanco es blanco, ni todo lo negro es negro. Es más, puede que nada de lo que parece blanco sea en realidad blanco, igual es verde, o morado. Igual es rojo. Las circunstancias hacen del verde parecer blanco, las circunstancias en aquel momento hicieron de su mente un caos, un absoluto y tremendo desastre, que no sabía cómo empezar a recoger las motas de polvo despendoladas por la habitación.
Hace ya tiempo que llegué a casa, pero no he pasado mucho por ella, quizás sea por eso por lo que ya parece extraña, por lo que ningún sitio es cercano ahora. Y es que ya no puedo escribir, mi mente vaga por un mundo que no existe, que igual nunca existió, pero que al parecer no pretende desaparecer jamás.
Y lo único que hago es escupir palabras, versos, párrafos cargados de inutilidad, hostilidad y desesperación.
Nada que sirva para crear algo que merezca la pena. Merecer la pena es un término demasiado desgastado.
Me gustaría poder decir más, poder decirme más a mí misma, pero las circunstancias del momento me impiden seguir intentando explicarme qué es lo que hice para acabar así.
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