09 diciembre 2013

Día 118 fuera de casa.

Sientes que alguien te llama, llaman a la puerta, a la ventana, ¿a dónde? Te asomas, te asomas fuera de ti y te encuentras vacío. Te ves como realmente eres, y te das cuenta de que siempre estuviste ahí, así. Frío, aunque tu temperatura es la normal. Lo suficientemente alto para poder mirar hacia abajo y sentir vértigo. Pero no tanto como para matarte si saltases. Muerte, piensas. Qué dulce y delicada palabra. Como el vaivén de las olas que se acercan al puerto y rompen contra las rocas. Como esos músicos que viste tocando en la calle, buenos, pero no inmejorables; tratando de llegar a la nota que les dé el impulso para seguir tocando. Y luego te miran raro cuando te ríes solo por la calle. Y cuando piensas en esos que ríen de tu risa, te ríes más fuerte. De eso se trata. Encontrar el impulso. Como pensar que no llegas al otro lado del río de una sola zancada. Qué sé yo, que vivo en un presente futuro. Soñando en un futuro presente en el que todo mejorará, en vez de hacer de mi presente, mi futuro deseado. Deja de soñar, dijeron aquellos mismos que se reían de mi risa. Un día te despertarás y te decepcionarás con la realidad. Qué sabrán ellos, que nunca han sufrido el miedo de caer; que nunca han estado al borde de la histeria con un rostro completamente impasible. Qué sabrán ellos, que nunca han reído solos.

24 noviembre 2013

Día 103 fuera de casa.

Tenía unos ojos de esos que si te quedabas mucho rato mirando, el corazón te latía más despacio. Sí, más despacio, porque el mundo se detenía, y solo existían sus ojos, nada más que sus ojos. Podías ver el otoño en ellos. Podías ver las hojas cayendo a cámara lenta. Podías ver cómo las ramas de los árboles se iban quedando más desnudas, cómo el viento las empujaba y cómo se movían, casi simultáneamente, mientras se dejaban  mecer. Podías ver el agua de aquel arroyo bajar por la montaña. El musgo en las rocas. Podías ver las luces de la ciudad en aquellos ojos. La vida de las calles de Madrid por la noche. Podías ver la lana abrigando los cuellos en invierno. Y dos manos rozándose por primera vez. Un libro nuevo abriéndose por la primera página. Tu pelo trenzándose. Los dedos de alguien impaciente golpeando una mesa. Una lágrima reprimida. Gritos de inconformismo. Llantos de desesperación. Podías ver tantas cosas... Por eso, aquella noche, cuando se fue a dormir por última vez, el mundo perdió un otoño, y las calles ya no volvieron a brillar.

22 noviembre 2013

Día 101 fuera de casa. Parte II.

¿Y si todo acabase mañana? ¿Y si todo acabase esta noche? Dime, ¿estarías satisfecho con lo que has hecho hoy? Porque puede, puede acabarse mañana. Puede acabarse esta noche. Puede acabarse ahora mismo. Y qué es la vida, os preguntaréis. Y qué es la vida, me pregunto. Ni siquiera podemos afirmar con seguridad que estamos viviendo. Ni siquiera sabes si volverás a despertarte mañana. Necios. Todos necios. Creyéndonos reyes de un mundo que ni siquiera es nuestro. Un mundo que igual ni siquiera existe. Creyéndonos propietarios de nuestras vidas, que no son nuestras, que ni siquiera son vidas. No sé si me explico. Que dejéis de ser y empecéis a ser. Que dejéis de poseer y empecéis a poseer. Que dejéis de vivir y empecéis a vivir. Que cumpláis vuestros sueños hoy, porque igual mañana ya no son sueños, igual mañana ya no soñáis. Malditos necios.

Día 101 fuera de casa. Parte I.

Pongamos las cosas claras. Pongamos claras las cosas. No quiero pecar de atrevimiento, pero me atrevo a decir que sé lo que pasa realmente dentro de ti. Llámame mentirosa, acúsame de paranoica, táchame de bocazas; pero creo y solo creo que creo conocerte bastante bien. Creo y solo creo que no eres así. Creo y solo creo que estás tan mal como yo. Creo y solo creo que estás perdido y buscas encontrarte. Creo y solo creo que a veces estás triste. Creo y solo creo que algún día te darás cuenta de que ese no eres tú. Creo y solo creo que volverás. Pero igual no es creer. Igual es querer. Y yo ya no tengo tiempo para credenciales. O para querencias. Yo ya no tengo tiempo. Y creo y solo creo que no es justo que me manches el recuerdo que tengo de ti. Porque es lo único que tengo de ti.

18 noviembre 2013

Día 97 fuera de casa.

Que me pregunten, "¿A dónde vas?", y responder, con una sonrisa y los ojos vidriosos "A casa", y que sea verdad.

07 noviembre 2013

Día 86 fuera de casa.

No son pocas las veces que una sola canción me ha inspirado para escribir mil entradas. No son pocas las veces que una sola canción me ha transportado a miles de kilómetros lejos de mí, a miles de momentos atrás y miles de futuros momentos. No son pocas las veces que una sola canción me ha devuelto las ganas de vivir que otras personas me habían quitado. No son pocas las veces que una sola canción ha puesto su hombro para que llore sobre él. No son pocas las veces que una sola canción me ha ofrecido su mano para levantarme del suelo. No son pocas, no.

20 octubre 2013

Día 68 fuera de casa.

He salido fuera, he mirado hacia arriba y ahí estaban. Las estrellas, la luna. Cada noche las miro desde mi ventana, a veces salgo y me quedo mirándolas. Están más lejos de lo que nuestras mentes nunca podrán imaginar. Están más lejos que tú y que yo, pero yo a ellas las veo, veo cómo brillan. Cada noche. Cada madrugada. Ahí están. ¿Qué serán las estrellas? ¿Serán felices?

25 septiembre 2013

Día 43 fuera de casa

Y nada va a salir como tú pensabas. Dejaste tu mundo idílico Marina, lo dejaste y no puedes pedir que te espere. Un barco en puerto es seguro, pero los barcos no se hicieron para quedarse en puerto. Unos zapatos en su caja nunca se van a estropear. Un boli en el cajón nunca se va a gastar. Podías haber elegido quedarte en tu zona segura, pero piénsalo, ¿es esa realmente una zona segura? ¿Quieres ser siempre unos zapatos nuevos? No sé los demás, pero a mí me gustan más unas zapatillas cuando están desgastadas, cuando tienen tierra en las suelas, cuando han andado. Igual echas de menos tu armario, tu cajón. Allí conocías todo. Sabias cuándo y por qué sucedían las cosas. Allí te querían. Pero, vuelve a pensar, ese armario seguirá siendo el mismo armario, y los que están dentro seguirán estando dentro, seguirán estando nuevos, vas a ser tú la que vuelva desgastada, la que vuelva marcada. Y si hay alguien que se ha ido, alguien a quien realmente querías, alguien que pensabas que siempre iba a estar en el armario, no te preocupes, todos en un momento u otro tenemos que salir al exterior. Todos nos vamos en un momento u otro. Todos salimos a caminar. Puede que las cosas del armario hayan cambiado de sitio, pero créeme cuando te digo que podrás volver a encontrarlas, e incluso, puede que, inesperadamente, encuentres cosas nuevas que meter dentro.

11 septiembre 2013

Día 29 fuera de casa.

Cada vez me ahoga más. Empezó todo con un nudo en la garganta. Ahora se ha convertido en un gran mar de cuerdas enlazadas entre sí que aprietan más y más. Los pensamientos. Los sentimientos. Las emociones. Todo. Luchan por salir, se pelean entre sí por ver a quién de ellos escupo primero. Se pelean por ser los primeros en probar la calidez del sol. Pensamientos buenos, pensamientos malos, pensamientos absurdos. Sentimientos rotos. Sentimientos cambiados. Sentimientos confusos. Palabras tragadas. Palabras en la punta de la lengua. Yo. Yo soy la que quiere salir. Necesito que alguien pueda sacarme todas estas cosas. Alguien tangible a ser posible. Alguien que me vacíe completamente. Y me llene. Eso. 
PD. Esta no es ninguna entrada depresiva, ni triste, ni melancólica. Es simplemente una reflexión de un miércoles por la noche. 

08 septiembre 2013

Día 26 fuera de casa.

Y de repente te vas acostumbrando, dejas de pensar en lo que estarán haciendo los demás y piensas en lo que haces tú. No, no es egoísmo, es instinto de supervivencia. Sientes que te amoldas a las cosas. Sientes que puede que seas feliz. Sientes. La brisa de los bosques de Virginia, la amabilidad y a la vez locura de las mujeres de Jersey. Los lametazos de Lilly en las rodillas. Sientes. Te dejas sentir. Quieres seguir sintiendo. Y, simplemente, lo haces.

30 agosto 2013

Día 18 fuera de casa.

Hoy parece de esos días en los que mandabas a la mierda a todos, en los que te dan ganas de meterte en tu cama y no salir nunca, en los que te pones la música más alta que tus pensamientos. Parece que todo va a salir mal, parece que todo lo que habías querido una vez se derrumba. Parece que si alguien te toca, aunque sea el más leve roce, te romperás en mil trozos. Pero no te preocupes, en menos de lo que parece volverás a leer esto y te reirás de ti misma, por lo estúpida que parecías preocupándote por tonterías. Lo harás, te lo prometo.

25 agosto 2013

Día 13 fuera de casa.

No sé cómo empezar esto. Solo sé que quiero empezarlo. Igual que he empezado este viaje, esta experiencia. Tampoco sé cómo lo he hecho. Ahora entiendo lo de "cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad". Esto no es para que lo lea nadie, lo escribo para mí. Para mi futuro yo. Para que mi yo del presente se desahogue, se afloje un poco esos nudos que tiene en la garganta. Este yo del presente aún no se cree lo que está sucediendo. Hoy no hablaré de echar de menos, pero porque no me apetece, no porque no eche de menos. Y ya que estamos echando cosas, echemos al miedo de mí presente yo, que aquí sobra. Que si he viajado tan lejos no es para sentir miedo, no es para sentirme mal, no es para llorar. No. Si he viajado tan lejos es para aprender, para crecer, para disfrutar, para volver.
Esto no es un diario. No es algo con lo que me comprometa a escribir mi día a día. Es un pensadero. Eso es. Mi pensadero particular.

26 julio 2013

Velocidad.

Y sin que te des cuenta ya estás corriendo. Corres, por un camino por el que nunca antes habías corrido. No sabes dónde estás, no sabes a dónde te diriges, solo sabes que no puedes dejar de avanzar, no puedes mirar atrás. Tienes que decidir, ¿correrás más rápido? ¿Te pararás a descansar? ¿Cambiarás de camino? Miras a tu alrededor y ves tantas cosas que no te gustan que te resulta casi imposible no pararte. Quieres cambiar esas cosas, necesitas hacerlo, pero tus piernas no se frenan, se mueven solas y te impiden hacer cualquier cosa. Lo mismo pasa cuando encuentras algo que realmente te gusta. Un sol que se funde con los campos de trigo y tiñe el cielo de naranja. Una brisa que hace bailar las hojas de los árboles al ritmo del viento. Pero no puedes parar a disfrutarlo. Por mucho que lo intentes, tus piernas nunca dejarán de correr. Tienes que seguir avanzando. Y, aunque no lo entiendas en ese momento, a veces dejar las cosas atrás y seguir hacia delante, es la mejor opción.

15 junio 2013

Todo lo que sube acaba bajando.

Lo bueno nunca dura para siempre. Las rachas de buena suerte se terminan acabando. Intenta no pensar en el final, pero vete alejándote del bienestar, para que cuando éste, despiadado, se vaya sin avisar, no te des un golpe muy fuerte.

23 abril 2013

Hemos cambiado.

Me apetece escribir, y luego cuando me pongo a escribir ya no me apetece. Y me apetece otra cosa, y cuando me pongo a ello, cambio otra vez. Cambio y cambio y cambio. Podría escribir sobre eso. Cambios. Cambios continuos. Cambios constantes. Desde que nacemos vamos cambiando. Vamos madurando, creciendo. Pero últimamente creo que hemos cambiado demasiado. Hemos, sí. Lo que decíamos que no haríamos en la vida, se ha convertido en nuestra rutina. Lo que pensábamos imposible, ahora nos aburre de tanto hacerlo. Cambios. Leí que un cambio implica una mejora. Un avance, un progreso, un paso hacia delante, una ventaja. Cada uno que juzgue los cambios como quiera. Supongo que no podemos ser siempre de una misma forma. Debemos modelarnos, dejarnos modelar, y también modelar a los demás. Debemos cambiar, o al menos intentarlo, porque si vivimos toda la vida estancados en un mismo modo de vida, perderíamos la cabeza, nos volveríamos locos. Eso es, cambios. Cambia. Cambia y te sentirás mejor, al menos por un momento.

11 febrero 2013

Reflexiones abstractas.

Le dijeron que para que los demás la quisieran, antes tenía que quererse a sí misma. Pero, ¿y si nadie le había enseñado a querer? ¿Y si no sabía cómo hacerlo? Nunca antes lo había hecho. Ella necesitaba aprender. Para quererse a sí misma, necesitaba que los demás la quisieran.